Vamos a imaginar un primer problema, estás planteando un nuevo proyecto y haces una reunión de equipo para comentarlo.
En el transcurso de la reunión, te hacen preguntas que te invitan a la reflexión. Esto te hace darte cuenta de que no estabas preparado y empieza un bombardeo de preguntas del tipo ¿Por qué? ¿Y si pasa X…? Empiezas a intentar evadir este tipo de preguntas.
La reunión empieza a tomar unos aires que no te están gustando y va cambiando de rumbo poco a poco.
Lo que en un principio parecía algo sencillo y habitual comienza a ser una lluvia de ideas y un debate que poco tiene que ver con tu idea inicial de reunirte con tu equipo. No hemos venido a hablar, sino a actuar , tomar decisiones y fijar fechas objetivo.
El proyecto finalmente sale adelante, pero no te ha aportado nada, ha sido solo un simple proyecto más, no te hace sentir orgulloso, entonces ahí conectas, el problema no es el proyecto, eres tú.
Plantea la misma situación con un enfoque un poco distinto, en este caso animas a tus compañeros a participar, a ser creativos e imaginativos. Estimulas el debate, el pensamiento lateral y la lluvia de ideas.
Tomáis una decisión en consenso, buscáis nuevos ángulos y puntos de vista, hacéis unas buenas sinergias y al final todo el mundo sale contento. En ese momento sales de la sala de reuniones muy contento, lleno de estimulación y energía, algo que comparte tu equipo también.
Al final de todo sentís que formáis parte de un todo, que sois como una familia, que formas parte de algo más grande. Esta vez no solo entregáis el proyecto, sino que despierta algo más en ti, estás orgulloso de lo que, y esta es la clave de todo, habéis hecho juntos. En este caso: has dejado de ser el problema.
Las empresas y los líderes intentan tapar la curiosidad y crean el problema
De entrada puedes pensar, pero si yo soy un líder que anima a hacer preguntas, a quien le gustan los retos, que encuentra tiempo suficiente para debatir, que quiere que los miembros de su equipo aprendan y salgan de la zona de confort y recompenso la curiosidad.
Todos somos así y nuestros jefes, también, ¿verdad?
Seamos honestos: claro que lo intentas. Pero a ojos de tu gente, seguramente haya veces que seas el tipo de líder de la primera situación, esto no es una incriminación ni te estamos diciendo que debas culparte.
A veces, tú eres el problema. Tu gente lo siente, pero seguramente tú no, pues no es la idea que tienes de ti mismo, no es quien crees que eres.
La verdad es que la mayor parte de los líderes, cada uno a su manera, tapa en cierta manera la curiosidad de su equipo. Son la barrera invisible que bloquea el paso a la innovación y la creatividad.
No lo decimos nosotros, lo dicen los datos.
- Dos tercios de los trabajadores aseguran no tener libertad para hacer preguntas en el trabajo.
- El 50 % de los trabajadores dice haber encontrado obstáculos a la hora de dar muestras de curiosidad en el lugar de trabajo.
- Tan solo un 12 % de los empleados asegura que sus superiores los animan encarecidamente a mostrarse curiosos.
Tres maneras de fomentar la curiosidad en la empresa y evitar el problema
Diga lo que diga el dicho popular, la curiosidad no mató al gato. De hecho, es la curiosidad quien mantiene al gato con vida. Las personas somos curiosas desde que nacemos.
Si tienes hijos sabrás perfectamente de lo que estamos hablando, son una lluvia de preguntas constantes y diarias.
Ocurre entonces algo realmente trágico, dejan de hacerlas. Es ahí cuando el crecimiento se ralentiza y empiezas a forjarse los primeros miedos e inseguridades que todos tenemos.
Si empezamos a cultivar esa semilla de curiosidad que existe en nosotros, nos convertiremos en empleados y líderes más productivos, eficientes y creativos. Tendremos una mayor capacidad de aprender y una flexibilidad a la incertidumbre.
Si todo es positivo, ¿Por qué nos íbamos a negar a nosotros mismos y a nuestros empleados el don de la curiosidad?
Cuando nos negamos a aceptar preguntas, estamos apagando la llama de la curiosidad y hacemos que los ambientes se vuelvan planos, monótonos y sin gracia.
En un mundo que cambia a pasos agigantados es imprescindible hacerse nuevas preguntas y estar a la orden del día, la innovación constante es la nueva realidad.
¿Qué puedes hacer, como líder, para ayudar a tus empleados a sentir que está bien ser curioso, creativo e innovador?
Por si es la primera vez en la que te estás planteando que el problema quizás se encuentre más enfocado en ti que en lo exterior, te dejamos una serie de consejos para que empieces a darle rienda suelta a tu curiosidad.
Abre tu mente al verdadero valor de la curiosidad
El primer paso es darte cuenta de que el problema propiamente dicho no eres tú, sino tu mentalidad, tu actitud: tus prejuicios y esa idea ancestral, preconcebida, que tienes sobre la curiosidad.
Es posible que estés dando por hecho, de forma inconsciente, que dar paso a un debate o a una lluvia de ideas es fomentar una pérdida de tiempo.
Quizás creas que esto solo da paso a distracciones absurdas, a perdernos por las ramas o por los cerros de Úbeda. Quizás crees que esto solo traerá problemas y seguiréis estancados sin producir soluciones.
Es posible que estés protegiendo algo importante para ti, tu propio ego. Es una realidad que a muchas personas por no decir a nadie le gustan los retos que nos plantea una persona menos experimentada, esto es 100% cierto. Y es por eso que, como líder que eres y por algo lo eres, tienes que tener todas las respuestas, para eso te han puesto ahí no.
Pues la realidad es que no, no las tienes ni las tienes que tener, pero si debes saber encontrarlas, dentro o fuera de ti.
Y por eso, fomentar la curiosidad es tan importante.
Muchos de los productos y marcas de mayor éxito nacieron de la curiosidad. El famoso Super Glue, por ejemplo, surgió como material para la fabricación de mirillas para las armas del ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Tras mucha curiosidad y numerosas preguntas y experimentos, ambas marcas se encuentran ahora presentes en millones de hogares en los que desempeñan una función muy diferente de la pretendida en un principio.
Olvida la idea arcaica de que como líder, tu trabajo es hacerlo todo bien, esto es una falacia.
No debes tener todas las respuestas, tu trabajo es ser un guía, el faro que marca el camino para tu equipo. Ellos son los profesionales en su ámbito, deja que muestren sus talentos.
Es ilógico esperar que seas un experto en todas las áreas de un negocio no tienes por qué serlo, lo que si tienes que hacer es dar y asegurar la libertad para pensar con creatividad, innovación y pensamiento lateral. Ser esa red que les permita experimentar con nuevas soluciones sin miedo.
Y para ello, debes empezar por abrir la mente al verdadero valor de la curiosidad. Tienes que ser vulnerable, abrirle la puerta al debate. No tardarás en darte cuenta de que ese proyecto nuevo tiene mucho mejor pinta que si nadie hubiera tenido la oportunidad ejercitar el músculo de la curiosidad.
Las preguntas no muerden, hazlo tú también.
El siguiente paso es aumentar tu propia curiosidad: muéstrate curioso a la hora de pensar, de actuar, de liderar.
Tu pregunta favorita, la pregunta a la que siempre recurres, debería ser «¿Por qué?». No des por hecho las cosas, no aceptes un no se puede por respuesta, a menudo se puede mucho más de lo que estamos dispuestos a proponer.
El hecho de que seas el líder no significa que debas dejar de aprender y cuestionar.
Cuando te encuentres en una reunión de proyectos o en una lluvia de ideas, intenta no ser la voz cantante, ni plantear tú las preguntas, dará la impresión de que quieres condicionar la conversación hacia tu resultado. Es posible que esto haga que ciertos miembros del equipo se sientan reticentes a compartir sus miedos y opten por la censura.
Lo que te recomendamos hacer en este tipo de situaciones es plantear preguntas que permitan mantener el debate abierto. No hagas preguntas sobre las cuales ya conozcas la respuesta.
Si eres un ejemplo de curiosidad y vulnerabilidad y añades esta característica a tu manera natural de actuar, poco a poco se asentará también en el seno de la organización.
Recompensa la curiosidad y vencerás
Para garantizar que una conducta se repite en el tiempo, nos basamos en algo tan antiguo y simple como el condicionamiento operante de Skinner, toda conducta que se recompense tenderá a aumentar su frecuencia de aparición.
Por lo tanto, debes premiar y fomentar la curiosidad en lugar de evitarla y mucho menos, ni se te ocurra castigarla. Se trata de construir un entorno laboral seguro desde el punto de vista psicológico, en el que todos pueden tener su voz, sientan que su opinión cuenta, que se les escuchará y que no serán juzgados por sus intervenciones.
No es imprescindible recompensar la curiosidad de forma tangible, esto es un detalle muy importante, no subestimes el poder del lenguaje que tú, desde tu posición de líder, puede resultar igual de gratificante y ser motivación suficiente para motivar a tu equipo a seguir manteniendo una actitud de curiosidad.
Si se pone encima de la mesa una pregunta o una idea nueva, evita a toda costa el lenguaje crítico en tu respuesta, señala algún elemento que te haya gustado de la idea e intenta hacer preguntas para indagar o proponer alternativas.
Abrirás la puerta a un nuevo debate para que otros compañeros hagan su contribución y quién sabe si quizás esa primera idea acabe derivando en una idea revolucionaria.
Somos conscientes de lo complicado que es crear un equipo sólido y no siempre es fácil encontrara las personas idóneas, contacta con nosotros y te ayudaremos a encontrarlas.